Si me conocéis, sabéis que soy alguien pesimista con un toque de delirio – en el sentido moderno. Históricamente, las connotaciones que rodean el delirio están arraigadas en las enfermedades mentales. En la lengua coloquial, especialmente en los últimos años con las redes y el internet, ser delirante se ha transformado en un rasgo de personalidad peculiar. Según mi experiencia como internauta prolífica, ser delirante es parte del movimiento “I’m just a girl” de las redes.
He oído mil veces que deberíamos ser más positivos. No estoy totalmente de acuerdo. Os propongo a todos que en lugar de eso, seamos delirantes. Os explico por qué.
El mundo está a vuestros pies. El cielo es el límite. Hemos escuchado estas frases y probablemente tenéis que luchar contra las ganas viscerales de poner los ojos en blanco. Las realistas dirían: «¡Estas frases no tienen ningún sentido!». Afortunadamente, ya no somos realistas, somos deliristas. Vemos esas frases y decimos: «No me importa un pepino la validez de esos modismos. Los creo de todos modos». Esta mentalidad es sumamente beneficiosa porque nos asegura que no nos detengamos. A mi modo de ver, somos muy capaces de decir que nuestro objetivo no sucederá, antes de intentarlo. Cuando creemos que el cielo realmente es el límite, intentamos con el esfuerzo necesario para alcanzar dicho objetivo.
Abrazar la mentalidad delirante puede manifestarse en establecer creencias propicias de nosotros mismos. Podemos crear una mentalidad que nos impulse a alcanzar cualquier meta, sin importar las dificultades. Podemos convencernos de que podemos superar cualquier obstáculo, lo que nos da el coraje y la determinación para perseverar. Es más, tendríamos la visualización del objetivo en mente, la que nos convenza de nuestro por qué.
Pienso que esta ideología de ser delirante es más poderosa que ser positivo. Ser positivo pone el énfasis en las circunstancias externas. Imaginad que habéis fallado un examen. Un optimista diría que todo está bien y confiaría que el problema se resuelve. Un delirante creería que todo estará bien porque es capaz de estudiar mejor y creería con todo su corazón que es inteligente. En otras palabras, ser delirante instaura creencias seguras que se impulsa a ser mejor persona y alcanzar cualquier objetivo.
He oído mil veces que deberíamos ser más positivos. No estoy totalmente de acuerdo. Os propongo a todos que en lugar de eso, seamos delirantes. Os explico por qué.
El mundo está a vuestros pies. El cielo es el límite. Hemos escuchado estas frases y probablemente tenéis que luchar contra las ganas viscerales de poner los ojos en blanco. Las realistas dirían: «¡Estas frases no tienen ningún sentido!». Afortunadamente, ya no somos realistas, somos deliristas. Vemos esas frases y decimos: «No me importa un pepino la validez de esos modismos. Los creo de todos modos». Esta mentalidad es sumamente beneficiosa porque nos asegura que no nos detengamos. A mi modo de ver, somos muy capaces de decir que nuestro objetivo no sucederá, antes de intentarlo. Cuando creemos que el cielo realmente es el límite, intentamos con el esfuerzo necesario para alcanzar dicho objetivo.
Abrazar la mentalidad delirante puede manifestarse en establecer creencias propicias de nosotros mismos. Podemos crear una mentalidad que nos impulse a alcanzar cualquier meta, sin importar las dificultades. Podemos convencernos de que podemos superar cualquier obstáculo, lo que nos da el coraje y la determinación para perseverar. Es más, tendríamos la visualización del objetivo en mente, la que nos convenza de nuestro por qué.
Pienso que esta ideología de ser delirante es más poderosa que ser positivo. Ser positivo pone el énfasis en las circunstancias externas. Imaginad que habéis fallado un examen. Un optimista diría que todo está bien y confiaría que el problema se resuelve. Un delirante creería que todo estará bien porque es capaz de estudiar mejor y creería con todo su corazón que es inteligente. En otras palabras, ser delirante instaura creencias seguras que se impulsa a ser mejor persona y alcanzar cualquier objetivo.
Comentarios
Publicar un comentario